El profesor estaba hablando pero yo apenas le escuchaba, en mi mente solo estaba un pensamiento reforma. Habían pasado unos cuantos días desde mi encuentro con Francesco y ya no podía más. Ni el uno ni el otro iba a cortar con los dos, la culpabilidad me recomía por dentro. Hoy era mi cumpleaños e iba a ser mi primer día de “reforma”, iba a acabar con todo. El timbre sonó mientras estaba cavilando que le iba a decir a Mike con él iba a romper en el almuerzo que ya había llegado.

-Esto, Mike ¿puedo hablar contigo en el aparcamiento? –le pregunté.
-Por supuesto cumpleañera. Hoy tus deseos son órdenes para mí –no me lo iba a poner fácil.

Caminamos hacia el aparcamiento agarrados de la mano, todo el mundo iba hacia la cafetería así que nadie nos iba a molestar. Llegamos hasta un banco que había a la entrada y le dije que se sentara mientras yo me ponía a su lado en frente de él.

-Mike… -se me había olvidado todo lo que había ensayado, respiré hondo- tu sabes que yo te quiero y todo eso pero… tenemos que romper-tenía que ir al grano.
-¿Qué? ¿Por qué? –preguntó sorprendido y soltando la mano.
-No soy buena para ti y nunca te voy a querer tanto como tú a mí.
-Yo no creo…
-Sí, Mike es la verdad, no te quiero hacer más daño del que te haría si duráramos más.
-Pero…
-No.
-Vete.
-¿Qué?
-Vete y déjame solo, Paula.
-Está bien.

Me dirigí hacia la cafetería, no tenía hambre así que me acerqué directamente a la mesa y cogí a Alexandra por el brazo mientras me la llevaba al baño para hablar, me tenía que desahogar con alguien.

-¿Qué quieres? -me preguntó fría. Eso me descolocó pero no le di mayor importancia.
-Acabo de cortar con Mike ya no podía más –suspiré- estar engañándole y todo eso era un martirio y, además, los dos me gustaban.
-¿Qué dos?
-Pues Mike y Francesco.
-¿Te has liado con Francesco?
-Sí.
-Joder Paula eres una egoísta de mierda. ¿Por eso has estado toda la semana despistada? ¿Por eso no te has preocupado por saber por qué me llevo sentando un tiempo en vuestra mesa?

Ambas nos quedamos calladas. Nos quedamos mirándonos y fue cuando me di cuenta de que tenía dos surcos morados asomándose por encima de sus mejillas y los ojos hinchados, era como si no hubiera dormido en noches. Quizá tuviera razón y había estado metida demasiado en mi mundo y no veía lo que tenía a mi alrededor.

-¿Qué te ha pasado?
-Nada. Siento haberte dicho lo de antes.
-Te ha pasado algo.
-Sí –aceptó- pero ahora tienes que estar preocupada por lo que le vas a decir a Francesco porque ¿vas a cortar con él no?
-Sí.

Después de nuestra pequeña discusión, lo habíamos arreglado todo aunque no me había querido contar qué era lo que la pasaba. Sin embargo, me había dado su regalo lo cual tenía que ser algo bueno. Eran unos zapatos preciosos y perfectos para mí. Estaba segura que tenía que ser o con Bella o con alguno de los Cullen porque sino se habría sentado con ellos pero ¿qué podía haberle pasado?

Aparté esos pensamientos de mi cabeza por lo menos durante unos segundos, tenía que pensar que le iba decir a Francesco. Estaba caminando hacia el lugar cerca del bosque donde solíamos quedar cuando le decía a Mike que iba a correr. Éste en casa no me había dirigido la palabra y se había ido a trabajar a la tienda incluso cuando no le tocaba, iba a ser difícil convivir con él de ahora en adelante.

Francesco me estaba esperando apoyado contra un árbol llevaba unos vaqueros ajustado y una camisa blanca, en sus manos había un regalo. Oh no! ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas a mí?

-¡Felicidades guapísima! –me dijo mientras me intentaba dar un beso que yo esquivé con destreza- ¿qué pasa? –miró a su alrededor como esperando que Mike apareciera por la esquina.
-Tenemos que hablar. Francesco, ya no podemos seguir viéndonos.
-Ya, eso me dices casi todos los días.
-No, hoy va en serio, he cortado con Mike y… –de repente un escalofrío me recorrió toda la espalda y tuve la sensación de que alguien nos estaba observando, giré la cabeza hacia el bosque pero no vi a nadir- y ahora voy a cortar contigo.
-Lo dices en serio –afirmó tristemente.
-Sí. Lo siento.
-Me tengo que ir, le dije a Jessica que hoy haríamos juntos el trabajo de inglés –me dijo mientras se alejaba de mí.

Me adentré aún más en el bosque y me senté en un árbol caído. Unas lágrimas empezaron a salir de mis ojos mientras pensaba en todo lo que me había pasado desde que había llegado a Forks: me había liado con Mike y con Francesco, eso podía soportarlo pero, además, me había peleado con Alexandra cosa que nunca había sucedido, quizá me tendría que ir de aquí y volver a España.

De pronto la misma sensación de que me estaban vigilando volvió a surgir y mientras apartaba mis manos de mi cara le vi. Era el chico más guapo que había visto en mi vida, tenía un largo cabello rubio que se recogía en una coleta, unos ojos negros como la noche me miraban curiosos y su piel pálida me recordaba a la de los Cullen. Me quedé paralizada sin saber que decir o hacer. Él me seguía mirando con paciencia mientras se acercaba a mí lentamente. Me levanté por puro instinto y di un paso hacia atrás. Él paró de andar.

-Tranquila, no te voy a hacer daño –le miré con desconfianza- te lo prometo –parecía sincero.
-¿Me has estado espiando?
-Sí. No era mi intención pero pasaba por aquí y un olor me atrajo hacia vosotros.
-¿Un olor?
-Quiero decir unas voces. ¿Estás bien? –dijo mientras miraba mi cara con atención.
-Sí.
-Pues no me ha parecido que estuvieras bien hace un momento –comentó mientras cogía un palo y jugueteaba con él entre las manos.
-Ya bueno nunca es fácil romper con alguien.
-Pues tú has hecho que lo pareciera.
-Supongo que ya nada importa –respondí mientras las lágrimas volvían a salir de mis ojos.

De repente me encontré rodeada por unos brazos gélidos, duros pero reconfortantes y me aferré a ellos como si fueran la única cosa que me atara a Forks. No sé cuanto tiempo estuve llorando pero él no se separó en ningún momento de mi mientras me acariciaba mi pelo y me decía que no me preocupara. Por fin levanté la cabeza y le miré. Parecía tenso, era como si intentara no hacer algo que estaba deseando.

-Creo que debería irme a casa –dije- gracias por todo.
-Un placer, por cierto, ¿cómo te llamas?
-Paula ¿tú?
-Yo soy James –me sonrió- ¿puedo ir a verte esta noche?
-¿Qué?
-Sé que te sonará un poco raro pero solo es para asegurarme de que estás bien.
-Está bien, si quieres.
-Bueno, pues hasta está noche –dijo mientras me acariciaba la mejilla y echaba a correr hacia el bosque.
-Hasta esta noche, mi ángel de la guarda.

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