No podía apartar esos pensamientos de mi cabeza. ¿Por qué se había sentado con Christian? ¿Le gustaría? Los celos me comían por dentro, tenía ganas de pegarle un puñetazo a ese chico pero no lo haría y lo sabía porque lo único que me importaba era que ella fuera feliz. Suspiré y la miré. Estaba hablando con él. Miré a Leah ¿por qué se habría sentado con Tamara? A Leah no le caía bien nadie o al menos eso es lo que demostraba y cuando se enteró de lo de mi imprimación le sentó fatal. No entendía nada. También se había sentado con nosotros en la cafetería y había sido una borde, como siempre. Tamara estaba sonriendo a Christian, me encantaba esa sonrisa.

En la siguiente clase que era la del español me senté con ella. No iba a permitir que Christian me la quitara. Ella me sonrió, no hizo ningún comentario aunque no pareció que le molestase que estuviera con ella. Estuvimos callados toda la hora y yo de vez en cuando la miraba de soslayo, ella me sonreía. ¿Por qué las mujeres eran tan complicadas? En clase de biología me senté con ella y tampoco pareció importarle. La profesora nos mandó ver las distintas fases de mitosis de las células de una cebolla.

-Yo ya he hecho esta práctica un millón de veces.
-¿En serio? –pregunté.
-Sí.
-¿Y qué tal con Leah?
-Muy bien, es bastante maja conmigo.
-Tú lo has dicho, contigo.
-Después de lo que le hizo Sam no pretenderás que sea la alegría de la huerta.
-¿Sabes lo de Sam?
-Sí, me lo ha contado.
-Pues la debes de caer muy bien porque no ha vuelto a hablar de ello nunca.
-Lo que necesita es comprensión y cambiar de aires. Y eso es lo que va a hacer.
-¿Te refieres a que se va a ir de la reserva?
-No, que va. Me refiero a otra cosa.
-¿Qué sabes?
-No te lo voy a decir, son cosas de chicas.

¡Genial! Así que ahora andaban con secretitos en ellas. Al final se harán muy buenas amigas y Leah le hablará mal de mí. Estoy seguro. La clase terminó y a la salida ella se fue corriendo a hablar con Leah y se pusieron a susurrar y a ¿reírse? Esto cada vez era más raro. Cuando me iba a ir para casa, Tamara me alcanzó y caminamos juntos en silencio. Llegamos a casa y yo me encaminé al garaje en el que estaba construyendo mi coche, ella me siguió.

-¿Qué te pasa? –me preguntó.
-Nada.
-¿Estás construyendo tú ese coche?
-Sí, desde cero.
-Es bonito.

La miré. Ya no podía aguantarlo más tenía que saber si yo le gustaba. Me acerqué a ella y la aparté el pelo de la cara, era preciosa. La levanté la barbilla con delicadeza y la besé. Fue la sensación más maravillosa que jamás había experimentado. Paré por si ella no quería que siguiera pero ella me rodeó con sus brazos y yo la volví a besar. Después, estuvimos un rato en silencio mirándonos sin decir nada. Así que esto era lo que sentía cuando se estaba imprimado, querría estarlo durante toda mi vida.


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