Por fin llegábamos al aeropuerto, el viaje había sido entretenido pero largo. Mientras cogíamos las maletas el padre de Alex nos dijo:

- Este aeropuerto es muy grande y podéis perderos con facilidad, así que no os separéis de mí.
- Papá hijo, no seas pesado, que no tenemos cuatro años –respondió Alexandra con indignación.

Lo que nos produjo a Tamara y a mí un ataque de risa durante el camino hacia la puerta de entrada a la terminal. Su padre llevaba la maleta de Alexandra, lo que no me sorprendió por que es una vaga y nunca quiere cargar con peso. Tenía razón: el aeropuerto era inmenso y tardamos un rato en llegar al lugar de encuentro.

- Esa debe de ser la chica que os acompañará –señaló el padre de Tamara.

Entonces fue cuando vi a una señora de unos cuarenta años agitando un banderín de la SFD. Vergonzoso. Nunca había visto a una señora tan hortera, iba vestida con una falda y un jersey de colorines y sonreía mirando hacia todos los lados, debía de ser a ver si nos encontraba.

- Dios mío, qué vergüenza –saltó Alexandra, mirando hacia los lados había si la gente nos miraba. ¡Cómo si la gente fuera a saber que estábamos relacionadas!
- Dejad de mirar a la señora y mirad a los tíos buenos de al lado –dijo Tamara.

Dirigí mi mirada hacia los cuatro chicos que estaban con ella. Uno era moreno con ojos azules y estaba buenísimo, me lo podía comer con los ojos; el segundo era castaño y era bastante guapo. Los otros dos que estaban más rezagados eran morenos y tenían los ojos verdes uno y marrones el otro, no estaban mal pero eran tirando a normalillos.

- Parece que el viaje va a ser interesante, ¿os habéis fijado en lo bueno que está el de los ojos azules? –pregunté
- ¿Cómo no nos vamos a fijar, Paula? –respondió Tamara.
- Pues me le pido yo.
- Siempre pensando en lo mismo –indicó Alexandra.

No la pude responder porque nos estábamos acercando a ellos y no era plan de que se enteraran de que estábamos interesadas en ellos. El padre de Alexandra se presentó a la señora que se llamaba Mrs. Hunter y era la profesora de español del instituto de Forks, nos presentó a los otros chicos: el tío bueno se llamaba Francesco ¿era italiano?, el del pelo castaño Christian, el moreno de ojos verdes Marcos y el de los ojos marrones David. La mujer nos dio unos portátiles de Apple que nos regalaba la compañía para que nos comunicáramos con nuestra familia y entre nosotros. Nos despedimos del padre de Tamara y Alexandra y nos dirigimos a embarcar.

Al principio, no hablamos entre nosotros, pero al llevar un tiempo en el avión Marcos se nos acercó y empezamos a hablar, los demás se unieron y pronto era como si nos conociéramos de toda la vida. Yo me senté al lado de Francesco y me contó que su familia era italiana pero que llevaba viviendo en España cinco años. Mientras, Tamara y Alexandra hablaban con los otros tres, al principio de su vida y luego de lo nerviosos que estaban por ir a Forks… Bueno, la verdad es que yo no las escuchaba mucho ya que lo que tenía delante me distraía demasiado, lo que si que parecía era que se llevaban súper bien. La señora Hunter se había quedado dormida en cuanto despegó el avión y no hacía más que roncar. Francesco y yo estuvimos horas hablando y, de pronto, vi como un hombre pasaba a mi lado para ir al baño.

- Oye, voy al baño ¿vale? –le miré de forma penetrante. Esperaba que hubiera pillado la indirecta.

Entré en el baño y esperé a que llamaran a la puerta.
Toc, toc.

- ¿Quién es? –pregunté a pesar de que sabía la respuesta.
- Soy yo, corre que viene una azafata –respondió una voz que me sonaba ya conocida.

Abrí la puerta y le arrastre hacia dentro del aseo, estábamos muy juntos, podía incluso oír su respiración y su olor corporal me hipnotizaba. Entonces, me acarició suavemente la mejilla, su mano estaba ardiendo y un escalofrío me recorrió por la espalda, su boca se acercó a mi cuello mientras iba subiendo hacia mis labios. Yo no podía aguantar más, la tensión sexual que había en el ambiente me ahogaba, cogí su cara delicadamente y le besé, fue uno de los mejores besos que me habían dado. Su boca tenía un sabor que me atraía cada vez más hacia él y no podíamos parar. Cuando llevábamos unos minutos, alguien llamó a la puerta diciendo que se estaba meando. Y, de repente, paramos. La señora que estaba llamando lo había arruinado todo. O quizá no. Francesco me volvió a besar, otra vez no podíamos parar hasta que “toc, toc”

- Deberíamos salir –dije aunque en realidad quería quedarme en ese baño para siempre.
- Eres preciosa –me besó otra vez.

Nos miramos al espejo y nos peinamos lo mejor que pudimos para que no se notara lo que habíamos estado haciendo. De repente, me di cuenta de que tenía un gran chupón en el cuello ¿Cuándo me lo habría hecho? No lo sabía, todo había sido tan rápido…

- A ver como me tapo ahora yo esto, a saber lo que van a pensar de mí los de la casa –comenté. Él sonrió y me besó en el cuello.
- Pues que tienen suerte de tenerte.

Asentí y salimos del baño, la señora nos miró enfadada y antes de que la diera tiempo a decirnos nada corrimos hasta nuestros asientos. Alexandra me miró a mí, luego a mi cuello, sonrió y siguió hablando con Marcos sobre ¿Héroes? Ya había encontrado a alguien que compartiera sus aficiones, pues yo también. Tamara hablaba con David y Christian sobre las peleas de gallos que había visto en Internet. Repentinamente todas las conversaciones giraron en torno a qué casa nos tocaría.

- Yo espero que me toque en casa de una chica –comentó Marcos.
- Sí, claro, como no. Yo total de que no me toque en la reserva con los indios. “Yo ser piel blanca” –saltó Alexandra.
- Recuerda que Mrs. Hunter nos ha dicho que hablan el inglés como todo le mundo –indicó David.
- Sí, tiene razón –corroboró Tamara- Además, estaría genial estar con ellos e ir a su instituto, su piel morena me encanta, son tan monos…
- A mí total que me toque en casa de una chica me da igual de quién sea –insistió Marcos
- ¡Qué pesado! –saltamos Francesco y yo a la vez. Parecía que estuviéramos compenetrados.

Alexandra debió de pensar lo mismo porque le entró la risa floja y todo el mundo se empezó a reír, despertando a la profesora que miró la hora y nos dijo que pronto llegaríamos. Me senté entre Tam y Alex y les conté lo que había pasado en el baño.


- Hala hija, tú no esperas ni cinco minutos –me dijo Alexandra.
- En este caso da igual que está muy bueno –me defendió Tamara. Sabía que podía confiar en ella.
- Gracias, Tam. Que como ella ya tiene novio y tiene que esperar un año parece que las demás no podemos divertirnos.
- Oye, que yo no digo eso, solo digo que no me lo estéis recordando todo el tiempo, lo de Bastian.

No lo iba a hacer, si estar lejos de tu familia es difícil me imagino como es estar sin tu novio de toda la vida un año y casi me desmayo, yo no podría aguantar mucho tiempo sin besar a otro pero Alexandra era fiel. Y eso me gustaba de ella ya que también lo era como amiga. Sonó la voz del piloto. Íbamos a aterrizar así que nos abrochamos los cinturones.

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