Apenas llevaba dos semanas en Forks y todo era perfecto. La gente era simpática y tenía un montón de amigos aunque por supuesto Bella y los Cullen, en especial Alice y Emmet, estaban lo primeros de la lista. Había pasado casi todas las tardes después del instituto con ellos. Alice siempre planeaba cosas nuevas para hacer, era la ilusión personificada, aunque más parecía que nos estuviera intentando distraer que otra cosa. Ahora estábamos en Port Angeles una ciudad cercana a Forks y me estaban llevando de visita turística por el muelle. Bella y Edward habían ido a hacer unas compras y Jasper y Alice iban detrás nuestro juntos mientras que Emmet y yo estábamos delante mirando hacia el mar.

-¿Te aburres? –me preguntó mientras una media sonrisa se dibujaba en su cara.
-Un poco –sonreí- hubiera preferido ir de compras.
-¿Y por qué no se lo has dicho a Alice?
-Bueno… no quería herir sus sentimientos, estaba tan emocionada por enseñarme esta ciudad.
-Ya, pero es que Alice se emociona por todo –una risa gutural salió por su garganta- ¿quieres que vayamos a dar una vuelta?
-¿Y Alice….
-Le diremos que vamos a comprar el regalo de cumpleaños de Paula ¿no me dijiste ayer que era dentro de unos días?
-Sí, está bien.

Nos despedimos de Alice y Jasper y nos dirigimos hacia el centro. Port Angeles era una ciudad pequeña, las calles estaban llenas de gente y el suelo cubierto de una fina capa de polvo y basura. Pero por lo demás era hermosa, estaba al lado del mar y ¡había tiendas! Seguimos andando hasta una tienda que según Emmet era la que Alice le había dicho que estaba mejor.

-¿Y tu no te aburres yendo de compras?-inquirí.
-No te creas que mucho. Además, Alice me ha dicho que encontrarás lo que buscas en esta tienda así que no estaremos mucho rato.
-¿Y como sabe que encontraré aquí lo que busco?
-Ems….Bueno todas las adolescentes compran aquí.

Dirigí una mirada a la tienda a mí alrededor. La tienda era grande y tenía de todo: ropa, zapatos, complementos… La verdad es que sí parecía la típica tienda en la que compran las adolescentes. Me dirigí hacia los zapatos que era lo que tenía pensado comprarle a Paula y rápidamente encontré unos perfectos, un modelo parecidísimo a otro que había visto en Internet. Emmet tenía razón como siempre. Pagué los zapatos después de pedir los de la talla de Paula y salimos.

-¿Y qué vamos a hacer ahora?
-¿Me acompañas a una tienda a comprar unas gomas para el coche?
-¿Gomas?
-Sí para el motor
-Bien, vamos.

Llegamos a unos almacenes que eran gigantes, no había más que hileras de cosas que supuse que era para coches. Me dirigió por los pasillos hasta el lugar que quería.

-Aquí está.
-¡Genial! Pero aquí pone que es especial para jeeps y tú tienes…
-Un jeep –me cortó.
-Si tienes un jeep ¿por qué no vas al instituto con él?
-No quiero desentonar- me sonrió mientras nos dirigíamos hacia el mostrador con esa sonrisa suya tan perfecta que hacía que el corazón me latiera a cien por hora. De repente se paró en seco y se metió las manos en los bolsillos- ¿Alexandra?
-¿Si?
-No tengo dinero.
-¿Qué?
-Es que mi dinero lo tiene Alice.
-Vale, da igual. Lo pago yo
-No puedo permitir que una chica me pague mis cosas ¿Dónde estaría mi caballerosidad? –le miré con cara de pocos amigo. Y una risa picarona se le escapó de los labios- tengo una idea para solucionar esto pero hay que correr.
-¿Qué? –se me escapó

Pero no me dio tiempo a decir más ya que me agarro con una mano fría como el hielo y me llevo corriendo por toda la tienda mientras se guardaba la goma en el bolsillo de su cazadora. Salimos a la calle mientras oíamos a un dependiente gritándonos y corrimos durante un rato hasta que por fin nos paramos en un callejón. La adrenalina corría por todo mi cuerpo y mi corazón latía tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho. Sin embargo, él estaba todo tranquilo mirándome fijamente, nuestras manos continuaban entrelazadas.

-¿Estás… loco? ¿Qué quieres… que vayamos… a la cárcel? –pregunté con la voz entrecortada por el cansancio.
-No nos iban a atrapar –dijo simplemente pero continuaba mirando de esa forma tan intensa que me intimidaba pero a la vez me producía un cosquilleo en el estómago- estás bastante colorada.
-¿Tu crees? –le pregunté mirándole con fijeza.
-Estás guapa.

Ambos nos quedamos en silencio contemplándonos mientras la adrenalina volvía a corre por todo mi cuerpo. Entonces él me besó. Su boca estaba tan fría como sus manos pero tenía un sabor que me envolvía y hacia que me mareara. Fue un beso corto pero intenso y deseado ya que de repente se despegó de mí y se alejó unos metros en el callejón. Nos quedamos en silencio sin decirnos anda y mirándonos durante unos minutos que me parecieron horas.

-Deberíamos irnos. Alice nos estará esperando.
-Vale, vamos.

Caminamos juntos por la acera pero sin tocarnos mientras esquivábamos a los transeúntes, él con elegancia y yo como podía. Por mi cabeza pasó la imagen de Bastian, mi novio ¿qué había hecho? Esa era la pregunta que me repetí durante todo el camino y luego en el coche. Hasta que llegamos a casa y cuando subía hacia mi cuarto Bella me siguió y me preguntó:

-¿Qué te pasa?
-Nada
-Has estado muy callada en el coche.
-Ya –unas lágrimas asomaron por mis ojos.
-¡Oh! Alexandra no llores, ¿me lo quieres contar?
-Y si un día te das cuenta de que ya no quieres tanto a esa persona
-Te refieres a Bastian –no era una pregunta
-Sí me refiero a él

No sé cuanto tiempo estuve llorando en los brazos de Bella pero al final me quedé dormida, sintiéndome culpable y sin contarle lo que más me recomía por dentro Emmet.

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